El pasado lunes 6, los alumnos y profesores del Colegio Salesianas Majadahonda de la etapa de la ESO, partimos en cuatro autocares hacia la carretera de Burgos dirección al mirador del embalse de El Atazar. El trayecto duró algo más de una hora, allí realizamos la ruta que comienza en dicho punto y acaba en el Pontón de la Oliva. La edición de este año es el número trece desde que en 2010 iniciamos estas rutas de más de 10 km en las que nos sumergimos en la naturaleza de la Sierra de Madrid. El río Lozoya que en otras salidas lo hemos visitado en su lugar de nacimiento, en las faldas de Peñalara ahora lo visitamos en el quinto embalse que lo regula.
El año pasado ascendimos hasta los Siete Picos, una ruta circular y dura con un ascenso de casi 300 m, este año nos ha tocado una ruta suave. El autocar nos dejó en El Atazar y tras un descenso de 400 m de altitud y 12 km de longitud, nos recogió en el Pontón de la Oliva. Todos unidos, en una misma senda en un día radiante en un paisaje encantador.
Uno de los motivos principales de elegir esta ruta, este curso, ha sido valorar la situación que tenemos en España con una prolongada sequía que está haciendo que los embalses se encuentren en un nivel que en algunas cuencas se acercan a niveles de alarma. Las autonomías de Andalucía y Cataluña se encuentran con embalses al 15 % de su capacidad. El Atazar en estos momentos se encuentra al 47%.
Una alumna tenía tanto deseo por venir a la salida que el día anterior nos pregunta que “lleva muletas por un esguince y que quiere venir”. Desafortunadamente no pudo ser. El enclave se sitúa en la sierra pobre de Madrid, de los pueblos negros construidos con la roca de pizarra. En el punto de partida de la ruta predominan los pinos, enebros, jaras, retamas. El liquen puebla rocas y árboles. Tras el pronunciado descenso y llegar al cauce del río Lozoya aparece la vegetación propia de los márgenes de un río. En este caso predominan los chopos, que por su color amarillo otoñal acrecentado por el brillo del sol le llevan a un alumno a comentar: “parecen de oro”. La belleza de las escenas que observamos le hacen comentar a otro alumno: “esta foto para el fondo de pantalla de mi ordenador”. Dos profesoras dicen “me ha gustado, voy a hacer la ruta con mis hijos”. Otro profesor aporta: “estar así en la naturaleza con los chicos y los compañeros es un regalo, es ¡Vida! y compartida es más”.
La ruta de este curso tuvo su punto de aventura al tener que atravesar el río por dos lugares, uno pisando sobre piedras irregulares y otro saltando sobre grandes bloques de granito. Algún alumno y… algún profesor en estos bloques tuvo su momento de duda y temor para pasar, pero enseguida se dieron cuenta que era una prueba fácil.
A lo largo del recorrido los alumnos a la vez que aprecian la tranquilidad del paisaje van andando a su marcha, unos prefieren ir en el pelotón de cabeza otros por el medio y otros al final. Los grupos son variados, desde dos alumnos a grupos de diez, unos se mantienen otros se entremezclan a lo largo del recorrido. No nos faltó la típica escena con vacas a la que todos miramos temerosos ante la posibilidad de un arranque contra nosotros.
Dos paradas para avituallamientos, sentados en la verde pradera al lado del río son otros momentos de compartir vivencias y viandas. Una observación que hacemos siempre a los alumnos es el guardar los restos en una bolsa.
Con puntualidad casi inglesa, con los autocares, llegamos al colegio a la hora prevista, a las 16:30.
Alumnos y profesores satisfechos por la bonita jornada vivida y compartida.
Juan Carlos Bueno
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